29 de noviembre de 2010

Porque Estarás.

  




Te lo voy a decir una tarde de lluvia.

En un tarde de café en la mesa de cualquier esquina anegada.

Mientras el agua cae a baldazos contra el vidrio empañado.

Y el estruendo te cuelgue en un silencio de muerte urgente.

Y te deje mudos los ojos enormes como bocas de desagüe.

Y mi verso de dos palabras ensarten lo que pensás como flecha en el fondo de tu garganta.

Y de tus labios roca salgan millones de grillos, saltando sobre las tazas, sobre los pelos, sobre las manos.

Y de tu cuerpo salpique savia negra naciendo montones de insectos mensajeros.

Tantos, que me abarquen y me saquen volando de allí ni bien la cascada de mi rostro se cierre.

Tantos que me hagan un nudo oscuro que comprende que no está bien enamorarse de un espectro que ama a otro.

Voy a decirte “te amo” igual.

Un te amo enfermo de revisar nieblas y probar cerraduras de hielo caerá inesperado.

Como no espera el suelo el castigo del diluvio que ignorado lo bendice.

Una tarde en que llueva a gritos.

Y caigan sapos sofocados del cielo.

Y me haya convertido ya en un fantasma desnudo sin paraguas,

esquivando descalza aceras rojas de batracios.