4 de agosto de 2011

Unaverónica.



Besáme de mercurio los dedos secos de mi maceta.
Conquistá el insolente espanto que contaminan  estas  lágrimas.
Hermana de mi voz…
Habláme de tus piernas perdidas dentro de maletas alucinadas.
Preguntáme por mi talismán abierto en  noche de brujas.
Voy a tejerte una piel que te sostenga ,
y guardar agujas y lana en la cajita de pandora, se sabe.
Abríme  un grito de sortija,  de cosquillas, de fruta exótica.
Saltá de la hamaca en el cielo más alto hasta caer
en el medio de mi fiesta vestida de guirnalda y espejitos.
Tan sirena voraz, tan bandoneón payasita, tan terremoto, tan gasa y aspirina.
Ocurríte de mí cuando te hablen tus heridas. 
Yo sabre llevarte al bosque mas rico y asustar pájaros dormidos entre eucaliptus gigantes.
Siempre podremos asesinar  las sombras y esconderlas dentro de un mazo de cartas.
Tal vez hasta atrapar el rayo que nos lleve al planeta del misterio de un poema inundado.
Llamáme  los huesos,  bautizálos de jardines, trepá los bordes de mi casa incendiada, declaráme tu maga por decreto.
Pero no te quedes inmóvil…
 que la lluvia pesa y me arrastra sola dentro de este río milagroso.

Alma Murcièlago








 Alma murcièlago amante de las noches y sus pozos.
Un  cuerpo de tierra me succiona las esquinas, las visiones, los fantasmas.
 Bajan el telón y sigo mirándo detrás del escenario,
temblando cumplo una penitencia en la escena del deseo.
Una pollera larga hasta el suelo elige beber el barro.
Y la vida en las plantas de los pies ya prueban el desatino de la tormenta que no fue
y lo que ruge es un presagio, de las duendas que se despluman en hilera
y lo más prohibido me puede, y rogar que alguna vez se perciba mi apetito
y revolcarme en la nieve sabiendo que la luna ciega vendrá a rescatarme.
 No tu memoria, tu memoria nunca, el sol  no recuerda en sus cuernos de fuego
Dejar de tirar los poemas en la lluvia,
 no ves que se llenan las mente de inseguro lodo?