cuentos breves.

Semillas del mal




Cuenta una leyenda Ona que en el mismo instante en que un humano siente un pensamiento indigno o de profundo odio hacia otro, nace una semilla del mal en el universo. En el mismo instante.
Cuando esa idea se mueve hacia la acción y se manifiesta en un acto físico, la semilla es transportada por ciertos ángeles encomendados para ese fin.
La llevan y la depositan a los costados de los cementerios, alrededor de las tumbas, en tierra sagrada duermen la noche.
Por la mañana unos certeros ratones con alas de dragones las hundirán un poco, sembrando la tierra de futuros espantos.
Cuando el sol se pone, comienza la procesión de victimas.
Caminan los desamados, los raptados, los muertos por balas o palabras, los violentados, los desfigurados, ánimas del mundo de los hombres, zombies que rezan a dioses sordos, que todavía extrañan un cuerpo, el de ellos, el de otros.
Caminan y rezan, los desaparecidos, hablan en dialectos, idiomas que dicen al unísono buscar cierta paz extraviada allá en la tierra.
Los que recién llegan, se unen a los peregrinos fantasmas, todavía no saben que están muertos, así que se sueñan dentro de su propia pesadilla caminante.
En cada nudo de tierra donde se espera nazca algo hay un cartel del pertenecido, “julio López”, “Alberto garcía” dice otro.
Allí se detienen los dueños de sus nombres y esperan. Simplemente esperan.
Aguardan un brote.
Un atisbo de brote de sus victimarios.
Un pelo, un dedo, un ojo asomara indefectiblemente en cualquier momento, y dará paso a la cosecha de esqueletos.
El fruto (armadura de huesos), saldrá de la tierra ayudado por los ratones dragones que tienen patas y dientes y fuerza para cavar y arrancarlos del lodo.

Entonces ahí comienza la danza.
No solo para el desposeído, sino para todos, porque nacer siempre es una fiesta, en todos lados.
Las ánimas bailan, los rastreros monstruos bailan, los esqueletos bailan pegando pequeños grititos de placer, hasta la tierra danza en el secreto de sus pies.
Cuenta la leyenda que algunos dolidos tienen permiso para comerles la cara a sus malditos, abandonarlos en la oscuridad desgarradora de la eternidad, o mirarlos a los ojos sin cesar hasta hacerlos llorar tanto, a montones, por años.. Hasta juntar veinte mil frasquitos de lagrimas, o lanzarlos al abismo de la no muerte una y otra vez.
Pero casi ninguno opta por eso.
Eligen no apostar más al dolor, ni el de ellos ni el de nadie.
Saben que lo mas real que sentirán siempre, es estar muertos y cerrar el circulo vendrá bien, de una forma u otra, tomar venganza y perdonar, aquí, en este lugar, suelen ser la misma cosa.
Se sentaran uno al lado del otro, por toda la eternidad, hablaran de cosas superficiales y de las otras se reirán copiosamente.


Ahí la vida puede ser tan liviana como el aluminio.
Ahí es raro que el presente tenga tiempo de esperar que el tiempo le traiga las pruebas que demuestren la verdad.

Al esqueleto de a poco le crecerán carne y músculos y órganos y labios.
Dice la superstición que al fin del tiempo, ya no se podrá distinguir físicamente uno del otro, serán almas gemelas en cuerpos idénticos, cuidándose mutuamente, sin preguntarse demasiado el por qué.


Fabiana posse







El y ella.

Y en el principio creo dios los cielos y la tierra.
Separo la luz de las tinieblas, la tierra del agua, el día de la noche, el sol de la luna y vio que todo era bueno.
Creo dios al hombre a su imagen y semejanza,
Dos perfectos seres humanos alados, con la belleza mas intensa jamás vista.
Varón y hembra los creo, y les ordeno reinar sobre los cielos y la tierra, y multiplicarse tanto en la tierra como en el cielo.
El y ella gustaban del roce y la caricia de sus alas jugosas y pieles de continuo.
Por sobre los troncos o nubecitas, en pastos verdes muertitos de miedo, sobre colchones de hormigas y urracas, entre campos de diente de león o melones, en rinconcitos de tierra y azúcar, dentro de la lluvia o los estambres de las flores, alrededor de los nardos y también volando…hacían el amor con exquisitez.
Deleitaban echarse al sol, batir las alas gigantes y torpes, recoger las liendres que habitaban sin permiso entre las plumas.
El tenía todo tipo de piojos que se alimentaban de su sangre, dejándole una comezón de locos, y ya que ninguno de los dos había sido provisto de una cuña o pico para sacarla de inmediato, la picazón que sucedía a las mordeduras era insoportable.
Ella en cambio era la casa de un montón de parasitillos rojos que saltaban alborotados, como presintiendo, cada vez que se acercaba a El, o sea, inagotablemente.
Estos vividores ocupaban ya todas las horas del día, El y Ella irascibles, los extraían, eliminaban, mordían, reventaban, pisaban, con piedras, con uñas, con dientes,
acucarachandolos en un rito inacabable.
Les creció un rencor perlado y ambiguo a los dos de golpe.
Una madrugada mientras dormían de espaldas, Ella sintió los dolores ventrales y dio a luz un niño.
En el regocijo de la bienvenida de este ser pequeño y virtuoso, Ella moría como niña para reencarnar como madre en ese cuerpo recién florecido.
Ambos sabían que debían hacer.
El padre entrenado de manos, ubico la coyuntura del nacimiento de los pequeños plumones…y los arranco de cuajo.
El niño no lloro, un débil gorjeo antecedió a la primera sonrisa, agradecido.
Ella le coloco con amor unas hojas de parra con ungüento de saliva para cerrar la herida.
Y le puso de nombre Adán, que leído al revés dice Nada.
Como si nada hubiese pasado, paso el tiempo.
Se encontró crecido, en la edad del amor que le urgía entre las manos.
Conoció una mujer a quien dárselo y abrió ingenuamente las palmas..
Se llamaba Eva, que leído al revés dice ave.
Como jugada del destino si el ave descubre y ama la nada, ya no necesitara ser un ave.

fabiposse