22 de mayo de 2011

Desencanto.







“Morir lo imprescindible, sin pasarse de la raya.
Y, del resto salvado, rebrotar lo necesario.”  Wislawa Szymborska.

Y el desencanto también es una palabra que pide la palabra.
Desea  crecer como maleza entre los dedos ciegos que lo condenan.
 Abarcar en hiedras negras desde unos pies hasta los pelos de un alma.
Busca desbocadamente el corazón del oso.
Pide  ser protagonista y cómplice de la desilusión del patíbulo.
Exige  un poema para él.
Se profana para merecer la hoguera.
Desnuda el plexo, ansia  el cuchillo entrando en la costilla.
Quiere atar la muerte en el verso que se asoma de  la mano que fuera de la tumba,
sigue escribiendo.
Grita  ser el final malo de un cuento donde la princesa espera hasta la madrugada besar su sapo.
Sin saber que él se fugo a los saltos,  con otra de ojos más claros que los suyos.



Escenografía.


Justo sin tiempo entrando en los lazos de tu tierra.
Sin mordazas, sin escenas, con el agite de tu boca latiendo.
El presente abriendo donde desaparecen tus aguas quebradas.
Latiendo el morir, desesperando el vivir.
Intrusa respirando al revés, callando lo que se ha dicho como promesa eterna.
Cae la noche de tu escenografía y te quema el brillo de tu pensamiento más obsceno.
Antes y ahora todo está dicho, la más sutil mentira desnuda y agotada se amotina sobre tu sexo.
Morder una manzana nublada y caminar sobre todas tus manos buscando más de mí.
Deletreando cada mensaje que silencia la burla y todo vuelve a empezar.
Tu naufragio se vuelve un cuadro infinito cuando el alma rompe los arabescos azules y verdes.
Guardo lo que puede tocarme siempre,
danzo migrando mi cintura por el país de tu narices vírgenes.
Vibro y  sangro sobre el juego de mi vedado tablero.
Fiera sin domador, afiebrada sin caer inerte, te aspiro lenta como veneno del  desierto.
Mientras mi rompecabezas  no percibe las lanzas de tus hombros que se afilan para romperme inconsciente al extremo de mis ojos.
Pisas mi luna, los escombros quieren que los pises, mi piel ingrávida quiere que la flotes,
todos los lados del suelo de mi vientre quieren que te abismes dentro.
Para  escribir el mapa de tu viaje estrenado en el relámpago.
Para desviar las vías de antiguos sudores descarrilados.
Para  congelar el instante de lo incontable.