29 de noviembre de 2010

Porque Estarás.

  




Te lo voy a decir una tarde de lluvia.

En un tarde de café en la mesa de cualquier esquina anegada.

Mientras el agua cae a baldazos contra el vidrio empañado.

Y el estruendo te cuelgue en un silencio de muerte urgente.

Y te deje mudos los ojos enormes como bocas de desagüe.

Y mi verso de dos palabras ensarten lo que pensás como flecha en el fondo de tu garganta.

Y de tus labios roca salgan millones de grillos, saltando sobre las tazas, sobre los pelos, sobre las manos.

Y de tu cuerpo salpique savia negra naciendo montones de insectos mensajeros.

Tantos, que me abarquen y me saquen volando de allí ni bien la cascada de mi rostro se cierre.

Tantos que me hagan un nudo oscuro que comprende que no está bien enamorarse de un espectro que ama a otro.

Voy a decirte “te amo” igual.

Un te amo enfermo de revisar nieblas y probar cerraduras de hielo caerá inesperado.

Como no espera el suelo el castigo del diluvio que ignorado lo bendice.

Una tarde en que llueva a gritos.

Y caigan sapos sofocados del cielo.

Y me haya convertido ya en un fantasma desnudo sin paraguas,

esquivando descalza aceras rojas de batracios.

13 de octubre de 2010

Escrito en el Cuerpo


Mi cuerpo un bollito de plumas, una piel de oveja arrollada, un cisne dormido.
Un círculo de carne alrededor de tu carne.
No te alejes, no me ahogues, tapa estos sexos llorones pero sin despegarte de mí un milímetro.
La colcha ahí, los pies afuera, las manos  quemándose los huecos.
Cama que gira y separa tu cabeza de la almohada que se cae y se vuelve furiosa queriéndonos.
Loca de anudarte al deseo con todas mis uñas rasgándote como una hoja. Lamiéndote las nervaduras.
Hoja de cristal, hoja de junco, hoja de mimbre que me reduce a perra absurda olfateando tu vegetal órgano.
 Mi rostro caracol resbala pegajoso, llevando mi casita rodante arriba, abajo, adentro de tu tallo.
Al fin decís, al fin digo, escribir un poema sobre tu cuerpo, que nadie leerá nunca.
 Ni siquiera vos delante del espejo sosteniendo la mirada en el cristal que te miente que sigo ahí dentro.
 Te has obsesionado en leerme a pesar del sudor que borroneó las letras.
Y ahora chorrean vocales en la madrugada de relojes fracturados sobre el reflejo de mis pechos.


Y ahora soy yo en el espejo que te mira regresar de tu orgasmo consonante.

Melenas Cautivas.



El nació con los ojos adentro
Preso de un sol salvaje rugiendo en su espíritu.
El sabía ver sin mover las pestañas. Y se fundía en la gente como un tigre agazapado en la maleza.
Esperando que un silencio de nieve le devolviera el alma.
Ignoraba que buscaba su presa con fuegos artificiales sin buscarla.
Ella traía los miedos necesarios en su valija de talismán.
Atrapaba el mundo en su pesadilla de polvo y polillas de alas deshilachadas.
Ella cerraba los ojos como olas rompiendo sobre su pubis y se ponía un vestido de anclas y tacos sin velas ni barcos.
Adormecida en su montaña turca de fauces sin dueño traía un hogar que migraba en una bola de fuego sobre su espalda.
Y el corazón con doble llave huyendo de palabras muertas.
Ellos se vieron en el momento justo en que los duendes estaban de fiesta.
Inquietos, arrebatados,  salvajes de gestos mágicos.
El pudo verle el alma sedienta de espacios tiernos.
Ella dejo que lamiera sus abismos, sus crucifijos, las cicatrices de todos sus muertos.
Una noche sugirió que recorra las curvas de sus precipicios apasionados.
Que rompa los diques de su piel liberando su conciencia enjaulada.
Que se instale con sus ojos de indio, qué la pueble en sus senos de magnolias.
Que clave la flecha en el instante de su pelo reprimido.
Ellos se pertenecieron en la energía eterna del éxtasis.
Fundiéndose, sabiéndose, flotando cuerpo sobre alma, alma sobre cuerpo.
Elevados sobre cielos de barro y carne como perros callejeros sin edad.
Sin censura se amaron recreándose, inventándose en el pecado imperdonable.
Perdonándose las guerras sin pagar ningún precio, regalándose látigos insípidos.
Se dieron sin rejas  una primitiva  libertad  que se negó a pagar fianza.
Pletóricos de sangre hirviendo en todos los ojos del cuerpo.
Se atraparon sosteniéndose  sin amarras como un presagio.
Se soñaron partiendo sin promesas mordidas de reencuentros.
Se irán sin despedirse comprometidos con la mirada de los ausentes que se eligieron vivos.
Se despertarán en la distancia empapados en la misma agua que los naufraga.
Se pensarán con fuego en brasas de recuerdos, en cenizas sin olvido, en noches blancas.
 Fundidos en luz,  nunca se apagarán porque se viajarán en sus bocas.
Cada vez que se piensen...
Cada vez que vuelen al día en que se estrenaron los labios.

Pecera



Anda el toque queriéndote. Deshaciéndote. Inundándote.                                                                       Perra de todos mis nombres no te nombres.                                                                                    Diciéndote me rompes.                                                                                                                          Anda la viuda palabra vistiéndose de blanco y semillas de ajo pegadas con brillantina.                                Circula la melodía braceando dolores, encarnando anzuelos oxidados con  guirnaldas de lombrices vestidas de largo.                                                                                                                                                      En la pecera de tu abismo flotas creciéndote, abarcándote en  olas mudanzas.                                         Mutando entre salivas ausentes, alma en rojo y en espera.                                                                      Chocando tu nariz etérea entre vidrios que espejan la soledad de las sobras.                                         Besándote en los cristales  como un duende rabioso  sin rincones.                                                                Y como buen pez esas  alas no te sirven para volar. Apenas  te  impulsan de aquí a allá. Otro cielo merece ese mar,  anda la vida antojándose de vos.                                                                                                 De  tu lunes a mi viernes la marea apenas es una arruga que bucea entre tu círculo de labios lentejuelas  y el mío.

Agua Soy


Suelo nadar en aguas atemporales cuando me asusta la tierra, lo confieso.
Mojada la mente en gravedad cero, las manos inquietas perforando el  líquido.
En noches de lagos me evaporo sin tu palabra, tu mirada bastaría para disiparme.                                                                                                      Tomate una siesta de pijama y padre nuestro antes de inundarme.                                                                                                              Mi cuerpo de agua genera oxigeno, llena tus pulmones… vas a sumergirte en mí.                                                                                                                          Aérea tu piel absorberá mi peso de exacta fragilidad.                                                                                                                   Se suspenderá el tiempo en un goce de aletas excitadas.                                Ya ves, mis burbujas serán poemas que deberás descifrar si te apetece.
Nadar será mi apetito, pero bucear en mi sangre, tu desafío.

14 de septiembre de 2010

Toda Ella.


Toda ella.
Toda noche que ilumina y ciega estridencias.
Hasta los grillos se callan cuando ella abre los ojos.
Toda ella vestida de luciérnaga azul, bebiéndose galaxias y demonios.
De azul febril se pinta las costillas, desde ahí canta, desde ahí anuda los sueños de los hombres.
Toda ella princesa rota.
Despoja  orquídeas del aire y se baña en su champaña delirante.
Niña, perra insólita,  hembra de todas las  tinieblas.
Amante de Caín, ofrecida  al sacrificio.
  Inmolada en ron, embriagada por amor al golpe del cristal.
Toda terciopelo desmayada de química imperfecta.
Sin sinónimos que la desnuden mejor.
Hembra lirio más valiente de noche porque la piel le sobra en el cuerpo cuando las almas se apagan.
Mujer imán.
Toda ella.

UN DIA...




 Inadvertida detrás de la ventanilla de un tren cualquiera
Desvestida de mí rezo para que al fin  te bajes y  permanezcas
Esquivando durmientes  espantados de dolerse como cisnes muertos
Partida del tránsito de mis surcos que se alejan de la estación
Visitando sin venir a tu casa mí tallo, a tu palabra mi savia
Fotografiando detrás del obsceno vidrio esta osadía, este esqueleto de Cupido, esta avidez de  meteoros
Yo se que un día voy a temblar lavando tus sucias ropas, voy a seguir el ritmo de tu remera blanca y desterrada de azúcar
 Voy a gemir en tu telaraña mientras devoro tus medias, parte de tu talón, digiriéndote despacio, reteniéndote
Mientras el cuarto rey mago te deje una carta sobre tus piernas violetas de dormirse sin dormirse…
Un día…
Quedare soñada ahí en tu amanecer como una emboscada
Como una bastarda menos vos, mas esquina sin salida
Más ochava, menos cenicero
Mas bola negra número ocho, menos bandera blanca, más ruido a nueces en la boca, menos boceto desnudo frente al espejo
Un día existirán
Menos sueños malcriados sobre tumbas desiertas
Menos lluvia en fuga sobre las pieles del misterio (lo mejor de nuestra piel es que no nos deja huir)
Menos turista llena de dudas comprando suvenir
Menos preñez de tu signo astrológico y de todas tus edades
Menos jardines de lenguas sin ceremonias como ciudades que se besan en la mano cuando se extrañan.