13 de octubre de 2010

Melenas Cautivas.



El nació con los ojos adentro
Preso de un sol salvaje rugiendo en su espíritu.
El sabía ver sin mover las pestañas. Y se fundía en la gente como un tigre agazapado en la maleza.
Esperando que un silencio de nieve le devolviera el alma.
Ignoraba que buscaba su presa con fuegos artificiales sin buscarla.
Ella traía los miedos necesarios en su valija de talismán.
Atrapaba el mundo en su pesadilla de polvo y polillas de alas deshilachadas.
Ella cerraba los ojos como olas rompiendo sobre su pubis y se ponía un vestido de anclas y tacos sin velas ni barcos.
Adormecida en su montaña turca de fauces sin dueño traía un hogar que migraba en una bola de fuego sobre su espalda.
Y el corazón con doble llave huyendo de palabras muertas.
Ellos se vieron en el momento justo en que los duendes estaban de fiesta.
Inquietos, arrebatados,  salvajes de gestos mágicos.
El pudo verle el alma sedienta de espacios tiernos.
Ella dejo que lamiera sus abismos, sus crucifijos, las cicatrices de todos sus muertos.
Una noche sugirió que recorra las curvas de sus precipicios apasionados.
Que rompa los diques de su piel liberando su conciencia enjaulada.
Que se instale con sus ojos de indio, qué la pueble en sus senos de magnolias.
Que clave la flecha en el instante de su pelo reprimido.
Ellos se pertenecieron en la energía eterna del éxtasis.
Fundiéndose, sabiéndose, flotando cuerpo sobre alma, alma sobre cuerpo.
Elevados sobre cielos de barro y carne como perros callejeros sin edad.
Sin censura se amaron recreándose, inventándose en el pecado imperdonable.
Perdonándose las guerras sin pagar ningún precio, regalándose látigos insípidos.
Se dieron sin rejas  una primitiva  libertad  que se negó a pagar fianza.
Pletóricos de sangre hirviendo en todos los ojos del cuerpo.
Se atraparon sosteniéndose  sin amarras como un presagio.
Se soñaron partiendo sin promesas mordidas de reencuentros.
Se irán sin despedirse comprometidos con la mirada de los ausentes que se eligieron vivos.
Se despertarán en la distancia empapados en la misma agua que los naufraga.
Se pensarán con fuego en brasas de recuerdos, en cenizas sin olvido, en noches blancas.
 Fundidos en luz,  nunca se apagarán porque se viajarán en sus bocas.
Cada vez que se piensen...
Cada vez que vuelen al día en que se estrenaron los labios.

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