4 de septiembre de 2010

Azúcar Negra









Abruptamente ahora estas poesías negras de tus acordes me laten


Desconociendo tus aromas, tus ángulos, tus transas

Y este final que no me empiezas sin mi Eva

Agitada de mí.

Me conservo, barnizo mis huesos de tu huida

Tu boca vale el golpe de la suerte, la manzana partida, las pepitas, los demonios.

lustran mis falanges de promesas tu audaz distancia.

Tu boca vale este latido insomne, como desnudos dedos de ninfas en puntillas.

Sobre mi piel papel, escribiéndome, haciendo corazones de vapor en mi vidrio.

Ayer mientras dormía, desolada y enredada, me dejabas en la nuca tu tierno vicio como beso.

Si me derivo en tu río y le canto un tango rufián a tu humedad.

Y me enamoro de tu amuleto que me rema hacia tu pasillo interno.

Y te bifurcas porque no sabes sangrar de otro modo

Y yo me pierdo entre tus aguas como si fuera la primera

Y en vez de peinarte trenzas te peino relámpagos

Y te fumo hasta el filtro fanática y absorbida

Y publico en la primera página del diario tu nombre, y las letras caen en un salto mortal deliradas del borde de la hoja

Y si arriesgo tu luz y me preño de vos y hacemos la verdad en vez del amor

Y de golpe me marchitas diciéndome entre chaparrones:

Que no me prometes ni un cuarto que de al jardín,

Ni ser en tu testamento heredera de tus excesos,

Que ni helada ni aturdida ni descalza ni invisible, comerías de mis alas, de mi hocico, de mi hambre.

Que ni estrellada de licores morderías el angelado anzuelo que brota en mi espalda.

Entonces seré la última mujer.

Que vea nacer peces desde el fondo de la tierra.

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